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Temor en el aire

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Los guerreros islamistas de Al Shabab controlan una quinta parte de Somalia y tienen su propia emisora de radio. Ismail Einashe habla con los periodistas que arriesgan su vida retransmitiendo noticias sobre las actividades del grupo terrorista

Un periodista retransmite desde Radio Shabelle, una de las populares emisoras de Mogadiscio (Somalia), que corren peligro por pronunciarse contra la organización terrorista Al Shabab, Amisom Public Information/Flickr

Un periodista retransmite desde Radio Shabelle, una de las populares emisoras de Mogadiscio (Somalia), que corren peligro por pronunciarse contra la organización terrorista Al Shabab, Amisom Public Information/Flickr

Cada mañana, antes de ir a trabajar en Radio Kulmiye, en el centro de Mogadiscio, Maruan Mayu Huseín tiene que comprobar que no haya bombas en su coche. «Miro debajo de las ruedas, pero normalmente ponen las bombas debajo del asiento», dice. «Si me paro en algún lado de la ciudad, entonces tengo que volver a mirar, porque a veces me sigue gente».

Los periodistas somalíes como Huseín viven bajo la amenaza constante del poderoso grupo islamista Al Shabab, estrechamente relacionado con Al Qaeda. Para el grupo, colocar una bomba debajo del asiento de un coche y detonarla a distancia es marca de la casa a la hora de matar a periodistas somalíes. Huseín lo confirma: «Conozco gente muerta y herida por culpa de las bombas que les habían colocado en el coche».

Periodistas como Hindia Hayi Mohamed, madre de cinco hijos, han sido víctimas de esta táctica de Al Shabab. Trabajaba para Radio Mogadiscio y la Televisión Nacional Somalí, dos medios estatales de noticias, cuando un coche bomba la mató a las puertas de la embajada turca en Mogadiscio el 3 de diciembre de 2015. Los integrantes de Al Shabab que la asesinaron habían colocado una bomba bajo el asiento de su coche. Era la viuda de Liban Ali Nur, director de los informativos de la Televisión Nacional Somalí y fallecido en la explosión de un atentado suicida de Al Shabab en septiembre de 2012, junto a otros tres periodistas, en una popular cafetería de la capital.

Los periodistas de radio como Huseín son vulnerables cuando salen de su casa, pues es fácil acribillarlos por la calle. Huseín es reportero para una popular emisora local que retransmite noticias a las partes sur y central de Somalia. Como cuenta a Index: «Si Al Shabab os ve a vosotros, no os dejan pasar. Si me ven a mí, me matan. Trabajar como periodista radiofónico en Somalia es muy duro. El problema es hoy puede haber un ataque terrorista aquí y, mañana, en cualquier otro lado».

La radio sigue siendo el principal medio de la gente para informarse y enterarse de las noticias en Somalia. Hay pocos periódicos impresos y un bajo índice de alfabetización. El somalí solo pasó a ser una lengua escrita en 1972 y, a causa de la guerra civil, no se publican muchos libros en el país. Internet es popular, pero se trata de un fenómeno en su mayoría urbano, especialmente entre los jóvenes y los que han vuelto de la diáspora. Los informativos de televisión existen, pero el acceso a televisores es limitado en uno de los países más pobres del mundo. Por todo ello, la radio sigue siendo crucial. Laura Hammond, experta en Somalia de la Facultad de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, explica: «La somalí es una cultura oral, y la transmisión de información a través de la radio es una extensión de la antigua tradición de la oración y el intercambio de información por medio de la poesía y la palabra hablada».

Las fuentes radiofónicas que gozan de mayor prestigio son el canal somalí de la BBC, que hace poco celebró su sexagésimo aniversario, y el servicio somalí de Voice of America. Pero al comunicar al público las noticias sobre lo que está pasando en su país, los periodistas somalíes se exponen a una violencia e impunidad de las más terribles en el continente africano. En el Índice de Libertad de Prensa de 2017 realizado por Reporteros sin Fronteras, Somalia ocupa el puesto 167 de 180.

Mohamed Ibrahim Moalimuu, el secretario general del Sindicato Nacional de Periodistas Somalíes, nos lo cuenta: «Somalia sigue siendo uno de los peores países para operar como periodista, una profesión que a menudo está en el punto de mira. Son víctimas de intimidaciones constantes, arrestos arbitrarios, tortura y, en ocasiones, asesinato».

Algunos periodistas somalíes se han visto forzados a esconderse por las amenazas continuadas que reciben de Al Shabab. Un periodista al que entrevistó Index, y que quiso permanecer anónimo por razones de seguridad, cuenta: «Mi vida está patas arriba desde que Al Shabab empezó a darme caza […] Al Shabab me llama desde números desconocidos y me dice: “Tu vida está peligro.”»

El periodista es un conocido reportero de radio que cubre noticias sobre el grupo armado. Añade: «He recibido amenazas de Al Shabab. Escucharon mis reportajes sobre sus ataques terroristas y desde entonces me han amenazado de muerte». Lleva dos años ocultándose de ellos, temiendo por su vida.

En febrero de 2017, unos operativos de Al Shabab visitaron la casa de su madre. Relata: «Fueron a casa de mi madre. Le preguntaron: “¿Dónde está?” Ella les dijo que no estaba allí y le dijeron a mi madre: “La próxima vez que veas a tu hijo, estará muerto.” Le tiembla la voz al contarlo. Hoy, exhausto de pasar los días oculto de las balas de Al Shabab, añade: «Quiero recuperar mi vida, pero soy un periodista joven que vive bajo amenaza […] No puedo dejar de ser periodista. No dejaré de usar mi voz».

Según Angela Quintal, coordinadora de programación para África en el Comité para la Protección de los Periodistas, 62 de ellos han perdido la vida en Somalia desde 1992. Más de la mitad de ellos (43 en total) fueron asesinados, con Al Shabab bajo sospecha de ser responsable de la mayoría de las muertes. Pese a que los asesinatos de periodistas han disminuido desde 2012, en 2016 mataron a tres.

Los antecedentes son que, tras el colapso del estado somalí y la guerra civil de 1991, el país se sumió en una orgía de violencia y terrorismo, a lo que se añade una sequía reciente de efectos devastadores. En el vocabulario de la política internacional, Somalia era conocida como «el estado más fallido» del mundo, pero en los últimos años ha dado paso a la expresión «estado frágil». De entre todas las amenazas a las que ha hecho frente Somalia, Al Shabab, posiblemente la organización terrorista más potente de África, se lleva la palma.

En los últimos años, Al Shabab ha perdido algunos territorios en partes del sur de Somalia, como el puerto estratégico de Kismayo, así como mucho territorio en Mogadiscio. Pero aún controla amplias franjas de territorio en el país.

Al Shabab no solo ataca a periodistas radiofónicos somalíes, sino que tiene su propia emisora, llamada Al Ándalus, desde la que retransmiten propaganda yihadista con música devocional islámica, así como estridentes informativos sobre los “kafirs”, o infieles, y cuántos de ellos han matado. La emisora cuenta con un amplio alcance en las partes meridionales de Somalia y en las áreas bajo su control, y está disponible en internet.

Moalimuu dice que Al Ándalus aún funciona y emite en áreas controladas por Al Shabab.

Mary Harper, editora de BBC África e inmersa en la escritura de un libro sobre Al Shabab, afirma que las actividades radiofónicas de la organización terrorista les lleva «siglos de ventaja a Boko Haram».

En lo que respecta a sus ataques a civiles, al gobierno o a las fuerzas de la Unión Africana, según Harper, ofrece una visión bastante fidedigna, pero tiende a exagerar el número de muertos que provoca. Utilizan Al Ándalus como instrumento para suprimir la libertad de expresión y extender su propaganda radical islamista.

Moalimuu dice: «Al Shabab prohíbe la música en todas las áreas que aún controlan. Vigilan los teléfonos móviles de los jóvenes regularmente. Los smartphones y cualquier otro tipo de móvil con cámara están prohibidos en sus territorios. Esta norma sigue aún vigente en todas las áreas controladas por Al Shabab. La gente está muy frustrada, pero no les queda otra opción que obedecer si quieren seguir con vida».

Nur Hasán, un periodista y productor audiovisual retirado de Mogadiscio, explica: « Al Shabab prohíbe la música terminantemente. Si te pillan escuchando música en las zonas bajo su control, el castigo son 40 latigazos y la humillación pública».

Harper apunta que no todas las amenazas provienen de Al Shabab: «Los periodistas de Somalia están amenazados por todas las esquinas».

Pero Huseín sigue preocupado por la amenaza del grupo terrorista. Dice que algunos periodistas de radio están tan preocupados que pasan algunas noches en el estudio en lugar de dormir en sus camas. Él, por su parte, lo tiene claro: «No me preocupará la muerte hasta que venga a por mí». Hasta entonces, dice: «Seguiré mirando que no haya bombas cuando salgo de casa, pero mi destino está en manos de Dios».

Ismail Einashe escribe reportajes regularmente para la revista Index on Censorship desde el Cuerno de África. Nació en Somalilandia y es miembro académico del Dart Center de la Universidad de Columbia con una beca Ochberg.

Este artículo fue publicado en la revista Index on Censorship en otoño de 2017.

Traducción de Arrate Hidalgo.

Free to Air

Through a range of in-depth reporting, interviews and illustrations, the autumn 2017 issue of Index on Censorship magazine explores how radio has been reborn and is innovating ways to deliver news in war zones, developing countries and online

With: Ismail Einashe, Peter Bazalgette, Wana Udobang

Front cover for Autumn 2017 Index on Censorship magazine

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